miércoles, 30 de noviembre de 2011

El Laberinto y más...

Hace mucho tiempo existió un joven filósofo, que destacaba de todos entre otras cosas por su valentía y astucia, por lo que fue elegido por los dioses para cumplir una misión y convertirse en héroe.

Le mandaron a Creta donde existía un Laberinto dentro del que vivía una bestia que denominaban Minotauro, nunca nadie antes había conseguido solucionar el intrincado Laberinto y por supuesto todos los que lo habían intentado habían perecido ante el Minotauro, poderosa bestia diabólica que tenía la misión de perseguir a los aspirantes a Héroe que osaban entrar en el reino que el protegía, haciendo que se perdieran hasta morir por inanición o enfrentándose a ellos directamente.

Antes de partir hacia Creta, la madre del joven le obsequio con un abrigo rojo de lana que había tejido con sus manos, deseándole suerte en su empresa.

Se paró el joven en la entrada del Laberinto, meditando la manera de resolver la misión y tuvo la inspiración de coger una punta del hilo de lana que formaba su abrigo y atarla a un árbol junto a la entrada, así por mucho que se perdiera dentro del laberinto, el abrigo se iría deshaciendo y el hilo rojo le marcaría el camino de regreso para poder volver a casa.

Entro dentro del Laberinto y llego a una bifurcación y luego a otra y a otra, eligiendo el camino al azar, cuando sus pies estuvieron cansados y su estómago vacío, se puso a pensar dándose cuenta que de esa manera nunca resolvería el misterio del Laberinto, por lo que cada vez que llegaba a una bifurcación se paraba para dudar y solo cuando encontraba dentro de si mismo un impulso, una inspiración que le marcaba el camino correcto, proseguía su marcha; de esta forma logro llegar a la cercanía del Minotauro, y lejos de intentar huir despavorido, decidió enfrentarse al monstruo, sabia que le ganaba en fuerza, por lo que decidió emplear como arma su astucia, se quito lo que le quedaba de abrigo y le incito con el reiteradamente, hasta conseguir enfurecer a la bestia que embistió una y otra vez sin alcanzar al joven que rápidamente le esquivaba ayudado del engaño de color rojo que manejaba diestramente con sus manos; el Minotauro, cansado, agotado, cayo rendido y humillado ante el joven Héroe, vencido, pidió clemencia, y el joven sabio le perdono la vida a cambio de que jurara servirle, el monstruo acepto y arrancándose la cornamenta se la entrego como muestra de rendición ante la mayor fortaleza y sabiduría del Héroe.

Después uso el hilo de su abrigo como guía para salir del Laberinto,
satisfecho por haber cumplido felizmente la misión que los dioses le habían encomendado, sintiéndose mas sabio y realizado, pero extrañamente vacío, en su interior sentía ansiedad, los mismos impulsos que le habían ayudado a encontrar al Minotauro, ahora se tornaban continuos, invadiéndole un desasosiego que no acertaba a explicarse, por lo que pidió inspiración a los dioses...su respuesta le hizo comprender que esto era solo el inicio de un largo camino pleno de conocimientos hasta alcanzar la Verdad y la Sabiduría... el AMOR.

Absorto en esta inspiración, tuvo una visión, un camino angosto y sinuoso, lleno de piedras, subía por una montaña, y al final del camino... un abismo, cruzado por un puente invisible que conducía a una puerta, que era la entrada de una nube blanca.

Decanta la duda, pregunta al corazón;
amansa la bestia, astuta la razón.
Tras el laberinto el abismo, peregrino de Dios;
salva el invisible puente, sabio de AMOR.

 
Basado en clásicos, no sin motivo

Fuente: nuestro compañero Aikidoka  Carlos Ruiz de Pablo, 1995

2 comentarios:

  1. Si, me gusta mucho esta parte:

    Decanta la duda, pregunta al corazón;
    amansa la bestia, astuta la razón.
    Tras el laberinto el abismo, peregrino de Dios;
    salva el invisible puente, sabio de AMOR.

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