miércoles, 21 de septiembre de 2011

La crítica constructiva...


Se puede definir como todo aquel discernimiento que solemos realizar, con el objetivo de ayudar a los demás. Se la considera como una actitud madura, responsable y llena de respeto hacia quienes está dirigida.

Su valor se funda básicamente en el propósito de lograr un cambio favorable que beneficie a cada una de las personas involucradas en determinadas circunstancias, en sentido de colaboración y respeto fundamentalmente. Sin embargo, hay que tener en cuenta que a veces corremos el riesgo de sujetarnos a este único punto de vista, sin tener presente cuales son verdaderamente las necesidades de los demás.

Es por ello, que esta actitud de criticar constructivamente desarrolla valores muy importantes como lo son la lealtad, honestidad, sencillez, respeto y la amistad. Siempre debemos dejarle en claro al receptor de que nuestra intencionalidad es criticar para construir y de esa manera cambiar y mejorar nuestra forma de vida. Todo ello evitará malos entendidos y una mejor predisposición del sujeto a recibirlo.

Por lo general, nos ocurre que manifestamos inconformidad casi de todo, lo que tiende a realizar una crítica en forma de oposición y rechazo a todo aquello que nos disgusta; es decir hablamos sin fundamentos como simples autoridades competentes. Y por lo tanto son pocas las veces que realizamos un juicio objetivo y valiente sobre nuestro comportamiento y modo de pensar.

Las críticas que realizamos son porque no nos gusta la forma en la que se trabaja en el ámbito diario en el que nos encontramos, calificamos negativamente a nuestros colegas, señalando sus defectos, costumbres y hábitos de nuestros conocidos y amigos, nos enfurecemos cuando en casa las cosas no se hacen a nuestro antojo. Sin embargo, todas ellas son críticas duras y severas hacia personas que conocemos y lugares al que concurrirnos. La cuestión sería preguntarnos si todas estas opiniones negativas son favorables o constructivas en algo.

No debemos olvidarnos que las actitudes honestas, leales y sencillas; determinan que nuestras críticas adquieran valor. Si hay determinadas cosas que nos incomodan, la acción más acertada es acercarnos a los interesados y expresarles abiertamente nuestro punto de vista, logrando que ellos dispongan de su escucha y obtengamos un resultado provechoso para todos.


Ser autocríticos, es evaluar con sencillez y valentía nuestro modo de ser, para concretar finalmente los propósitos que nos ejerciten el verdadero valor de la crítica constructiva. Por ejemplo; escuchar y preguntar a las personas tratando de evaluar cada situación que se presenta, para obtener los elementos que formaran un juicio correcto y acertado para la misma.

Además, debemos tener en cuenta que para ayudar a los demás debemos examinarnos a nosotros mismos, y no criticar por el solo hecho sin saber si no poseemos o hacemos los mismos errores.

Descubre siempre todo lo bueno de las personas y de las cosas. Medita tus intenciones y sentimientos antes de pronunciar algo que no tenga vuelta atrás, remitiéndote a los hechos y no a simples suposiciones. Y lo más importante es que para mejorar tu mismo, debes aceptar con madurez todo tipo de críticas y comentarios que hacen a tu persona.

En conclusión, la reflexión es el camino que debe adoptarse para formular de manera responsable cualquier tipo de crítica. El respeto que debemos a las personas se manifiesta procurando su mejora individual. Finalmente, ello nos llevará a actuar con justicia, convirtiéndose en una actitud de servicio e interés hacia nuestros pares.


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