Echo de menos el Mar, lo reconozco.
Este año tengo que conformarme con recordarlo mientras descanso tranquilamente en el césped de la piscina.
Dejando libre la imaginación empecé a evocar sensaciones y recuerdos playeros y marítimos con sensaciones y recuerdos de la práctica del Aikido; asociando pensamientos descubrí (creo) cómo lo ponemos en práctica sin ser consciente de ello o quizá después de leer este texto, de forma consciente en algunos casos.Voy a tratar de explicarme con detalles muy cotidianos y normales de “un día en la playa”.
Comienzo con la llegada y el contacto con la arena; qué delicia al tacto durante los primeros segundos con los pies descalzos; después uno va notando que la cosa se complica y empiezan a quemarse nuestras plantas de los pies; y las sensaciones van en aumento.
En tono de humor y para ir acercándome a la zona de toallas y sombrillas ,con algo de dignidad frente a otros veraneantes, trato de no salir corriendo a la vez que en mi interior grito : - ¡Jopé!! ¡Jopé!! ¡Jopé!! ¡Jopé!! ¡Jopé!! ¡Jopé!! ¡Jopé!!. En vez de eso se me ocurre desviar la atención a otro punto, es el primer detalle de práctica ¿el manejo intencionado de la atención?.
Llego a la ansiada zona templada, descargo los bártulos y caigo de rodillas ¿Seiza quizá?. Una vez organizado convenientemente el espacio disponible, es el momento de tomar el primer baño en el tan ansiado Mar.
Existen varias maneras de entrar en él, entre ellas salir a la carrera como si una carrera de vallas se tratara o también ir entrando poco a poco por aquello de mostrar civismo (aunque creo que también puede ser porque el agua está fría).
Otro punto de aikido cotidiano puede ser cuando vamos aprovechando que las olitas se acercan para unirnos a ellas y aprovechar su energía para que nos ayude a alzarnos unos centímetros y que el ombligo no sienta el frío marino. Me recuerda la sincronización en el momento exacto, el Musubi necesario para resolver los Somen uchi, losYokomen, el Ki Musubi no Tachi.
¡Bien!…una ola, dos olas…y la unión nos ayuda; nos damos la vuelta pues algo nos llama
la atención a nuestras espaldas. ¡Zassss!! una ola sin escrúpulos rompe sobre nuestra espalda y se acabó la estrategia de lenta introducción. Será que no hay que dejar de mirar al
uke ni darle nuestra espalda.
Ya nos da igual y en unos momentos estamos jugueteando en el medio acuoso. Hacemos el “muerto”, situando nuestro Centro y alineándonos en paralelo con el agua, nos dejamos “mecer” por las olas, no hay resistencia, ni oposición. Somos uno con el Mar
Todo va bien hasta que algún acompañante nos saca del momento delicioso y nos invita a: ¡una carrera hasta la Boya!.
¡A ver!! ¿Hasta qué boya?.... Jo, ¡pero si la boya parece que está en las Baleares!!!! Bueno ¡¡va!! Pero yo a mi ritmo, ¿vale?.
Todas las técnicas de respiración parecen insuficientes para llegar hasta Ibiza, …digo hasta la boya. ¡Ufff...! tengo que trabajar más este aspecto, porque si no el próximo año, sólo nadaré o chapotearé en la orilla.
A la velocidad del Caracol Marino consigo llegar a la boya, me aferro a ella cual lapa y me planteo que la vuelta se intuye una proeza. Sólo mente y espíritu conseguirán activar mis pulmones para no tener que pedir socorro y que los benditos de la Cruz Roja del Mar me saquen del apuro.
Finalmente, llego a una zona en la que hago pié y comienzan mis agradecimientos a los poderes Divinos que permitieron que así fuese. Me salgo ya, pero antes aprovecharé para tomar una ola cual surfero de California; otro momento de Aikido: distancia, posición y sincronización. Viene la primera y…. Joooo!!!, falló. Viene la segunda y..... esta vez si…la unión se produce y ¡Hala!... casi hasta la orilla.
Aquí no acaban las posibles relaciones, hay que llegar hasta la zona donde puse la sombrilla, para ello antes hay que efectuar tai sabakis para esquivar los palazos de jugadores de tenis de playa, efectuar práctica intensiva de “kaiten”, “irimi” y “tenkan” para avanzar entre los espacios libres entre sombrillas, colchonetas, cubos y palas, cuerpos de todos los tipos y tamaños…
En fin, se nota que echo de menos el Mar ¿verdad?