lunes, 22 de agosto de 2011

Sobre la crisis del Aikidoka

"... En el fondo, lo que se encuentra detrás de todas esas “crisis”, no es otra cosa que el ego, el orgullo, el egoismo. Son sólo algunas de las formas de presentarse de entre las muchas y muy diversas manifestaciones del orgullo.

Al principio, traemos el orgullo al tatami como algo a destacar, meritorio, y formando parte básica de nuestro bagaje educativo, pues es tal como la sociedad (y nosotros mismos por ella estimulados) le considera: El orgullo, de la mano de la ambición, dentro del ámbito socio-económico-cultural de las sociedades “desarrolladas”, es virtud de prestigio y considerando irrefutable de nuestras acciones. Una persona distinguida puede perder hasta la camisa pero jamás el orgullo. Nuestro país y sus gentes, además, tienen fama de orgullosos. Era costumbre de los fijodalgos venidos a menos y muertos de hambre, echarse miguitas de pan sobre la pechera -sin camisa bajo el jubón-, para que pareciese que habían comido... Pero, ¿trabajar? ¡Hasta ahí podríamos llegar! Mucha culpa hemos de agradecerle a ese orgullo del atraso que hemos tenido con respecto a otros países de nuestro entorno. Desde el Gran Capitán a nuestros días los casos de personas “muy dignas”, terriblemente ofendidas por haberse dudado de su “dignidad” pidiéndoles cuentas del uso dado a los dineros públicos, se repite y repite como un eco o como la enfermedad del hipo.
Pero volvamos a nuestro camino.
El orgullo es esencial. Hemos de estar orgullosos de todo: de nosotros mismos, seamos como seamos; de nuestras familias y amigos, sean como sean; de nuestros trabajos, que fueren los que fueren sirven para “dignificarnos”; de nuestros logros, pertenezcan al ámbito que pertenezcan (incluso si pertenecen al ámbito de la delincuencia, la estafa o de su primo “el pelotazo”...). Orgullosos siempre, aunque se trate de méritos tan poco personales como el triunfo (la mayor parte de las veces triunfito) de nuestros allegados más o menos directos; o de Rafa Nadal, de las traineras de Orio, de nuestro equipo de futbol o de la canción que represente a España en Eurovisión, aunque sea más mala que la peste.

Y, como es normal, ese orgullo, se asoma tras la timidez del principiante, manifestándose en todo su esplendor en nuestro interior, y cauteloso fuera de él, pretendiendo, en el fondo, alcanzar la excelencia lo antes posible y por encima de la excelencia de los demás.

Luego, a medida que vamos viendo que esto, el Aikido, no es igual que otras actividades de carácter competitivo (se trate o no de deportes), que aquí no hay más rival que el ego mismo, y que no es asunto fácil, ¡ni siquiera para nosotros!, el ego se nos va presentando en formas más o menos camufladas. Incluso, cuando ya llevamos sobre nuestras espaldas años de práctica, suele aparecerse bajo el disfraz de la forma de luchar contra sí mismo; y nos convertimos entonces en más serios, sinceros y humildes que nadie. O sea, que nos sentimos orgullosos de ser humildes... Y menospreciamos a los que no siguen “nuestra línea”, a los que no hacen Aikido “de verdad”...

Y a mayor avance, más peligro de caer en trampas de las que nos es más difícil salir, porque son más sofisticadas y sutiles. El ego tiene esas cosas. Cuando se ve acorralado, se defiende como gato panza arriba...
....

Exigimos de nuestro arte (o de la vida) algo que nadie nos ha prometido. En lugar de adaptarnos nosotros –armonía-, queremos que sea el Aikido (o la vida) quien se adapte –discordia-. Queremos freír un huevo echándolo sobre un yunque y cascándolo a martillazos, y nos quejamos luego de que se haya chafado y de que siga crudo.

El ego sólo irá desapareciendo a medida que dejemos de alimentarlo. Las dudas se resolverán por sí solas en cuanto dejemos de preocuparnos de ellas. La armonía se consigue sintonizando con lo que se pretende armonizar, no forzándolo; dejando fluir y fluyendo con uke en los movimientos de Aikido, en el Aikido, y dejando fluir y fluyendo con la vida en todas sus facetas, fuera del tatami..."

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Extraído de un artículo de mi Maestro D. Lucio Alvarez
Sobre la crisis del AIkidoka

Musubi (verano 2011)

2 comentarios:

  1. A veces lo más sencillo suele ser lo más complicado... El camino que ahora empiezo es duro y complicado, pero este artículo es inspirador.

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  2. "...Para mantener el progreso se requiere pureza en las motivaciones y consistencia en el esfuerzo..."

    Y tú, lo conseguirás. Gracias JR por compartir el Camino y "esta locura" (ya sabes). Además seguro que através de tu otra vocación nos mantienes bien nutridos...

    Un abrazo

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